martes, 4 de diciembre de 2012

Los bancos y la publicidad

¿Cómo cambiar la imagen de los bancos a la vista de lo sucedido?


Hoy en día parece imposible que nos olvidemos de que los bancos han jugado con nuestra ignorancia, consiguiendo que tanto ellos como nosotros acabásemos perdiendo.
¿Han sido ellos más codiciosos que nosotros?
Quizá no. Quizá sea que la codicia es una cuestión de la condición humana, y no sólo de unos pocos.
Pero sí son unos pocos quienes tienen el poder; ese es el hecho que ofende y cuesta aceptar.


Y más cuando en general, no se les ve demasiado tristes.

ING Direct consigue que nos olvidemos de todo por treinta segundos en una campaña muy sorprendente; uno está viendo la televisión, deseando que termine el tiempo de publicidad, asqueado por diversos tipos de engaño, cuando de repente se encuentra con la pantalla teñida de naranja y una canción de acordes cálidos. ¡Durante cuarenta segundos!
Y cuarenta segundos de paz en un bloque publicitario no los olvida cualquiera.


Cuando termina el anuncio no sabes muy bien lo que te han vendido:
¿ING Direct patrocina "pensar"? 
Pues perfecto. Ni lo sabes, ni quieres saberlo. ¿Un banco? ¿Me ha anunciado usted un banco?
Estamos tan acostumbrados a que nos engañen, a la palabrería barata, a la letra pequeña, que ya no resulta grato escuchar palabras que vengan de los bancos.

¿Realmente es posible hacer publicidad positiva de los bancos, revertir la situación? Y si es así, ¿Cómo puede hacerse?
Se ha extendido entre la población la idea de que los bancos, o son inútiles, o estafan.
Para realizar una campaña publicitaria es necesario conocer a fondo el producto sobre el cual se va a trabajar, y hacerse numerosas preguntas. ¿Son todos los bancos malos? ¿Acaso son inútiles?
Si rascamos un poco en el prejuicio surgido durante estos años de crisis, nos damos cuenta de que los bancos hacen más fácil la vida de todos, y eso incluye la de la gente corriente.
Primero, proporcionan seguridad. Y es que si tienes el dinero guardado debajo del colchón, y más en los tiempos que corren, debes saber que corres peligro de muerte. En cambio, si atracan un banco, quienes se interpondrán entre los atracadores y tu dinero serán otros, no tú. Allí tu dinero se encontrará a buen recaudo, siempre que no pretendas obtener por él más del rédito del que este dará nunca. Olvidémonos de la gallina de los huevos de oro. Si un banco te paga un alto interés por tus ahorros, corres riesgo de perderlos, pues nadie regala nada gratis.
En segundo lugar, los bancos proporcionan disponibilidad y comodidad a sus clientes. ¿Se imaginan las colas que tendrían que aguardar si no pudiesen domiciliar cómodamente sus recibos? ¿Se imaginan viajar a un país extranjero y no poder cambiar de moneda, o el peligro de llevar dinero encima si no existiesen cajeros?
Con el paso del tiempo, cuando los avances pasan a un segundo plano, a esa especie de purgatorio de la costumbre, tendemos a olvidarnos del valor de las cosas.
¿Quién podría comprarse una casa si no fuese gracias a los préstamos bancarios? ¿Con qué financiación se construirían los hospitales, o las carreteras?
Publicitar positivamente a los bancos tan sólo consiste en hacer un ejercicio de memoria colectiva.


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